15.1.09

Bolivia...

...sí existe, aunque haya pasado por ella sin haber dejado huella en este blog.

Hola a todos.
Muchas muchas muchas gracias a todos los que habéis dejado comentarios. Me da mucha alegría leerlos.

El tiempo pasa rápido. La primera mitad del mes de enero se ha esfumado y este viaje empieza a tener los días contados. Hoy no contaré mucho. Sólo que estoy en La Paz, que durante los dos últimos días hicimos una marcha maravillosa por un camino prehispánico que atraviesa la Cordillera Real y que hoy nos vamos al lago Titicaca.

S. Mis declaraciones... te acuerdas, verdad? El 17 o el 18.
Más en próximas entregas.
Un beso muy fuerte a todos,
Raquel

7.1.09

Ajuste presupuestario + primeros barros no termales

Desde la última vez que escribí, hemos cambiado de año. Contra todo pronóstico, el año nuevo me pilló a 4.200 metros de altura, en una aldea perdida del sur de Bolivia, sin uvas (con cacahuetes, no más) a las 20:30 de la noche (exigencias del guión, al día siguiente nos levantábamos a las 4:30 para seguir el camino, así que nada de trasnochar). Encomendamos a un sueco de otro jeep que diese las doce campanadas con un tenedor y una botella y nosotros comimos los cacahuetes como si fuesen uvas peladas sin pepitas y después nos abrazamos y nos deseamos feliz año nuevo, como manda la costumbre. El sueco lo hizo muy bien: tras cada golpecito con la cucharilla se paraba y se aseguraba de que todos hubiésemos tragado bien el cacahuete, imagino que para evitar sustos. Así son los suecos.

Así como las celebraciones navideñas me suelen resultar bastante poco gratas, mi momento favorito de las fiestas es precisamente la ceremonia de comer las uvas y la ronda de abrazos y de felicitaciones de año nuevo subsiguiente. Todo esto para decir que me habría gustado felicitaros el año nuevo en vivo y en directo; pero todavía no soy ubicua. Todo se andará.

Después de la aventura de conocer el Alfarcillo, visitamos algún pueblito más de la región, nos quedamos sin batería en el coche, conversamos con artesanas tejedoras, hablamos con una niña que llevaba una cruz de madera colgada del cuello que le había regalado un misionero que había visitado el pueblo hacía poco, subimos hasta que a los 5000 metros alcanzamos a ver el primer nevado de 6000 de la cordillera andina de este viaje, emprendimos el camino de regreso a Salta y conversamos con dos autoestopistas que llevamos con nosotros: dos mujeres de sendos pueblos a las que el colectivo había dejado tiradas. Durante el viaje, nos explicaron el proceso de fabricación del queso de cabra. Todo esto con el telón de fondo de unas montañas tan bellas...

Seguimos nuestro camino hacia el norte, atravesamos un bosque precioso, y entramos en la Quebrada de Humahuaca, que es también preciosa. Visitamos algunos pueblos de la región y decidimos detenernos a pasar el 24 por la noche en un pueblito mínimo que se llama Uquía. Alquilamos una casita con chimenea y fuimos al mercado de Humahuaca a hacer las compras para la cena. Algo sencillito: pollo al horno y flan. Los propietarios de la casa tenían además un rebaño de vicuñas. Son tan bonitos estos animales. Son las hermanas con clase de las llamas, que son todas grandes y torpes, y tienen una cara muy graciosa.

Después de entregar el coche (oh!!!) nos cogimos un bus hacia Iruya, un pueblo perdido en medio de la montaña que está ya muy al norte de Argentina. Tras 45 km de pista de piedra y barro serpenteante entre montañas, llegamos por fin al pueblo, escondido en una quebrada maravillosa, atravesado por un río que el día que llegamos bajaba casi vacío y el día en que salimos se había llevado la carretera por delante.

Buscamos alojamiento. La casa de una familia que había construido unas habitaciones en su propio patio. Un lugar muy muy modesto en lo alto del pueblo, que es pura cuesta. Nada más llegar, nos damos cuenta de que en el pueblo no hay ni un solo cajero y de que tras pagar el alojamiento y de guardar dinero para el bus de vuelta, nos quedan 24 pesos, es decir, el equivalente a 5 euros, con los que tenemos que comer tres personas durante tres días enteros. Nos organizamos superbien y, al final, nos sobró dinero! Conocimos a tres argentinos muy muy simpáticos y una par de noches organizamos una cena riquísima con papas, zanahorias, calabaza, huevos, salchichas y ensalada de tomate. Me encantaron esas cenas en las que cada uno aportaba lo que tenía (nosotros las patatas, las zanahorias y el aceite de oliva) y charlamos un montón sobre viajes, sobre Argentina, sobre comida...

En Iruya hicimos una excursión muy bonita hasta San Isidro, un pueblo a 8 km de Iruya al que se llega caminando por el lecho del río por un cañón es-pec-ta-cu-lar. El pueblo no tiene ninguna otra vía de acceso. Durante el trayecto, nos cruzamos con varias personas que hacían el camino en mula. Hice parte del camino junto con un chico de Iruya, Pablo, que me explicó un montón de cosas sobre la zona, el pueblo, las tradiciones religiosas, la llegada del turismo y los lugares que merece la pena ver en sus proximidades. En San Isidro, pasé un rato charlando con una chica del pueblo, Yolanda, que estaba sentada en el lecho del río junto con su hija de 3 años, vigilando a un ternero que acababa de nacer hacía una hora y que aún no se había puesto en pie. Estuve una horita con ellas y tuve la suerte de ver los primeros intentos de erguirse, caminar y mamar de este animal. Fue un momento muy bonito.

El tercer día que pasamos en Iruya, en la plaza del pueblo se celebró una fiesta de navidad en la que participaron los niños de las distintas parroquias del pueblo. Entre los niños que participaron en esta ceremonia de adoración, había uno que llevaba un corderillo (vivo, no de peluche) al hombro.

Iruya fue el primer lugar en el que oí hablar quechua.

Al cuarto día por la mañana nos fuimos de Iruya. Los billetes de autobús no se ponen a la venta hasta las ocho de la tarde del día antes, cuando ya se conoce más o menos el estado de la carretera. Como durante los días que pasamos allí había llovido, los buses no llegan hasta el pueblo y, por consiguiente, tampoco salen desde el pueblo, sino de un punto del camino que se encuentra a una media hora caminando. El primer bus sale a las 6 de la mañana y va cargado de peones de la construcción que trabajan en Humahuaca. Cuando salimos del pueblo eran las 5:15 de la mañana, era noche cerrada y llovía. Con las mochilas a cuestas y un par de linteras de esas que no tienen pilas y que alumbran más bien poco, nos ponemos en camino. Después de los primeros quince minutos, nos encontramos con un hombre del pueblo que espera en una caseta a que pasase alguien con linterna a quien sumarse. Charlamos un poco con él y avanzamos en plena noche. Y de repente, el camino desaparece. La crecida del río se lo había llevado por delante. Y el tipo dice: hay que cruzar. Y se quita los zapatos y cruza el río descalzo, en plena noche, en total oscuridad. Y nosotros allí flipando. A mí lo que más me alucinaba es que este hombre tuviera la certeza de que después de cruzar el río el camino iba a seguir ahí. Y cuando vi cruzar a Violaine, pensé, de perdidos al río, raquel, y allá que fui detrás. Pero sin quitarme los zapatos. En el camino que siguió cruzamos el río otras dos o tres veces, esta vez con paso firme pero sin dejar de alucinar con el panorama. Pero lo mejor llegó cuando, de repente, el tipo, que iba delante abriendo camino, nos anuncia que estamos delante de una oleada de barro que ha bajado del monte y que tenemos que atravesarla para poder seguir. Qué sensación la de meter un pie, y después el otro, en plena noche, en un barrizal de longitud y profundidad desconocidas. Cuando por fin llegamos al bus, aún con noche cerrada, teníamos los zapatos cubiertos de barro; enteros, no se veía nada que no fuese barro. Empezó a amanecer y empezamos a poder ver el estado de nuestros pies y nuestras piernas. Nunca he tenido tanto barro de la cintura para abajo.

Fue llegando más gente y el bus arrancó. La gente llegaba contenta, como si el estado del camino fuese lo más normal del mundo. Después nos dimos cuenta de que sí, de que era lo más normal del mundo. El camino que comunica a Iruya con el mundo atraviesa el río alrededor de 15 veces, trascurre por el bordecito de una montaña a cuyo costado hay una vista preciosa (con un poco de precipicio, eso sí) y se curva y recurva sin cesar a 350 grados. La primera vez que cruzamos el río, el bus, que es como un 4x4 pero en bus, se quedó atascado. La gente tranquila. El copiloto, también tranquilo, saca la pala, se baja del bus, se mete en el río, sin remangarse los pantalones, y se pone a echar piedra al cauce para hacer camino. Como él solo no puede, el conductor, un tipo súper simpático, se baja con toda naturalidad, se mete en el río y se pone a echar piedras él también, pero con las manos. La operación duró 40 minutos. Los tipos subieron al bus empapados, y tras varios intentos fallidos de arrancar, un intento exitoso y un sonado aplauso de los viajeros, nos volvimos a poner en marcha. La operación se repitió en varias ocasiones a lo largo del trayecto. 3 horas más tarde (y sólo 45 km después), el bus nos dejó, empapados, en el cruce de la carretera donde cogimos el bus que nos llevó a la frontera con Bolivia.

Con la mojadura, me dejé el impermeable con la navaja suiza que me regaló Gregor colgando de un árbol en el cruce. No son olvidos, sino maniobras voluntarias de abandono de equipaje. También he dejado el único pantalón largo que tenía en el jeep el otro día. Y el bastón de caminar en un hostal de Angra dos Reis. Ahora voy disfrazada de osito de peluche a todas partes, con mi forro polar verde y mi pantalón interior polar negro. También me queda un pantalón corto (era largo pero el chucho que me mordió lo melló y lo llenó de la saliva, y de la rabia que me entró lo corté) que me pongo cuando hace frío.

Bolivia lo dejo para otro día. En homenaje a la comunidad malagueña diré que, en la estación de autobuses de Villazón, en Bolivia, hay una empresa que se llama "El expreso boquerón". Ole.

Marmolejo, Terremoto, Marina. Qué bien tener noticias vuestras. Terremoto, tú en Bolivia te mueres. Las ciudades no son ciudades, son directamente mercados. Me estoy acordando más de ti!!!

Anitas, mi vecina y mi sobrina, qué alegría vuestros comentarios.
Yaiza, vi unos animalitos más bonitos: llamas, vicuñas, flamencos rosas y blancos y negros, avestruces, todos en la naturaleza.

Gracias a todos por vuestros comentarios.
El anónimo que entra y se va haciendo mutis por el foro que dé la cara, anda.

Un beso muy fuerte desde Potosí

29.12.08

Primeras quebradas, primeros 4000 metros

Es 29 de diciembre y os escribo desde la ciudad fronteriza de Villazón, en Bolivia, a la que hemos llegado hoy. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otro momento. Voy retrasada con las crónicas y quiero aprovechar la tarde lluviosa para ponerme al día.


En Salta paramos básicamente de camino a la Quebrada de Humahuaca, que se encuentra en la provincia de Jujuy, en el norte de Argentina. No sabíamos mucho sobre la región de la que es capital y no pensábamos dedicarle mucho tiempo. Fuimos a la oficina de turismo a pedir información sobre Humahuaca y nos encontramos con que había muchas cosas que valía la pena visitar en los alrededores de Salta. Tantas, que decidimos alquilar un coche durante cuatro días para poder llegar hasta algunos lugares a los que de otro modo era imposible acceder. Así, dedicamos casi un día completo a informarnos sobre las cosas que merecía la pena visitar, cómo llegar, y cómo organizar el itinerario para sacar el máximo partido al coche. A lo largo del día hablamos con muchas personas que nos dieron información muy contradictoria sobre el estado de las carreteras, los lugares a los que se puede acceder con un coche convencional, los pasos que no son recomendables a menos que vayas en 4x4 y los que no son recomendables aún yendo en 4x4. Amarramos el alquiler del coche, dimos un paseo por la ciudad, fuimos al mercado a comer humitas, tamales y empanadas, y regresamos al camping adonde habíamos jurado no volver la noche anterior. La razón de tal renuncio: nos iban a cobrar igual si nos quedábamos una que dos noches (19,20 pesos, unos 4 euros por dos tiendas, tres personas y dos días) y en vista de que nos íbamos a dar cuatro días de lujo con coche alquilado, hicimos de tripas corazón. No se puede tener todo, todo el rato.


Finalmente alquilamos un auto convencional a un señor muy profesional que nos dio consejos muy útiles sobre las carreteras, las precauciones y la seguridad. El 21 por la mañana vino a traernos el coche al camping. Tras conversar con él, pudimos tener por fin una ide clara de cuál iba a ser nuestro itinerario. Recogimos y nos fuimos.


El primer día decicimos ir a la ciudad de Cachi, que se encuentra el sudoeste de Salta, a unos 160 km. Después de los primeros 40 km, que transcurren por una carretera muy normalita, en dirección sur, iniciamos la aventura de penetrar en las montañas, abandonar el asfalto y empezar a circular por lo que aquí se denomina ruta consolidada, que es una especie de pista de piedras, tierra, barro en mejor o peor estado dependiendo de si llueve o no. Los 70 km ruta consolidad que transcurren por la Quebrada de Escoipe y la Cuesta del Obispo, y en los que se sube aproximadamente 2000 metros, son sencillamente increibles. Aquí fue donde empezamos a ver las primeras montañas de colores, de todas las tonalidades de ocres, rojos, verdes y azules que quepa imaginar y formas alucinantes, y los primeros cardones (cactus de hasta 5 y 6 metros con flores blancas). A medida aumenta la altitud, las laderas de las montañas empiezan a cubrirse de cactus y de manojos de hierbas verdes bajas y desaparecen los árboles. En lo alto de la quebrada, se alcanza una inmensa llanura completamente árida, rodeada de montañas de 5000 metros. El aire es increible. El paisaje es maravilloso. Aquí descubrimos también las primeras construcciones con adobe y madera de cactus, unos rediles para cabras que vimos en el altiplano, hechos por completo con esta madera de estructura alucinante. Esta gran llanura está atravesada por una recta de época preincaica de 20 km de largo que parece que no se va a acabar nunca. En el primer pueblo que encontramos paramos a comprar queso de cabra y pan a una señora que lo vendía en su casa. Vimos también los primeros hornos de adobe, que la gente sigue utilizando para cocer el pan. Son pequeñas construcciones redondas, hechas con tierra sobre la tierra. También visitamos la iglesia, un templo muy sencillo en el que el altar y el crucifijo estaban hechos de madera de cáctus. Seguimos la marcha hacia Cachi y decidimos pasar la noche allí. Cachi es un pueblo muy chiquito y precioso de origen preincaico. Las casas son de adobe y la gente es sencilla. Buscamos el camping y nos instalamos. Fue la primera de nuestras noches altas. El camping estaba en un bosque precioso, lleno de pájaros y sapos, a las afueras del pueblo. Esa noche cayó una tormenta fabulosa que duró hasta las 10 de la mañana. Hacia las 9 tuvimos que salir corriendo de la tienda inundada y esperar a cubierto hasta que aflojase. El resultado fue un montón de ropa y calzado mojado y la tienda empapada. Tuvimos la enorme suerte de que, tras la tormenta, la calma llegó con un brillante y cálido sol que lo secó todo en un par de horas y pudimos seguir nuestro viaje. De esa noche guardo un recuerdo sobre todo sonoro: los sonidos de un montón de animales que no reconocí (y que me encantaría aprender a reconocer) y de la lluvia cayendo sobre la tienda en el medio del bosque. Qué placer.

En Cachí me gustó sobre todo una cosa: la biblioteca. Marmolejo: una habitación de no más de 20 metros a pie de calle con unas estanterías de madera muy sencillas en las que los libros estaban clasificados en tres categorías --novela, cuentos y poesía-- y ordenados númericamente empezando por el uno hasta... no sé... creo que el último que ví era el setecientos y algo. Así, cada librito con su numerito.

Al día siguiente deshicimos el camino andado para tomar otra ruta que nos conduciría hacia otra quebrada aún más maravillosa, siguienteo una ruta ferroviaria que aún está en funcionamiento (aunque no ahora por ser el comienzo de la temporada de lluvias) y que recorre 170 km por una única vía y llega a la altura de 4200 metros, en la ciudad de San Antonio de los Cobres. No en vano, el tren se llama "El tren a las nubes", porque en las partes altas de su recorrido, las nubes suelen estar por debajo del tren. Creo que en esta quebrada he visto los paisajes más bonitos en lo que llevo de viaje. Tiene una estructura similar a la anterior. La ciudad desde la que se entra a la quebrada y en la que comienza la ruta hacia San antonrio se llama Campo Quijano y se conoce también como "La puerta de los Andes". Los primeros 30 km discurren por un cañón estrecho de montañas altas y verdes, junto al ancho lecho del río Toro, de piedra gris y surcos de aguas enlodadas. Es un paisaje muy bonito, muy misterioso. En la mayoría de los trechos no se alcanza a ver la continuación del camino (también camino consolidado). Hay momentos en los que piensas en que no es posible que por ahí se vaya a ningún sitio. Además, la pista está abierta directamente en la montaña, y el riesgo de que se produzcan desprendimientos es elevado. De hecho, los ves en la carretera. El mismo día en que pasamos por allí, un lugareño que se bajó de su auto a despejar el camino murió a causa de un desprendimiento. Nos lo contó una señora que esperaba en el camino, en plena zona de desprendimientos, a que alguien la cogiese a dedo y la llevase a su casa, en la mitad de la nada más absoluta. Nos acompañó durante un buen trecho del camino; nos contó cosas de su huerta y de sus cabritas, que el colectivo (el bus) no había pasado por la lluvia. Que vivía allí sola (allí es equivalente a en medio de la montaña, en el lugar más bello y más apartado del mundo) pero que tenía una vecina (en la otra montaña). Terminada la zona de pista y de desprendimientos, seguimos por una carretera como de anuncio de BMW. En todo el recorrido creo que nos cruzamos con un coche. Fli-pé. No lo puedo describir. No puedo describir las formas de la tierra, de las montañas, del río, los colores, las plantas. No lo puedo describir. Guardo esas imágenes en mi memoria como un bien muy preciado. Fueron 50 km de auténtico placer para los sentidos. Al caer el día, dedicimos hacer noche en un pueblito, el Alfarcillo, en el que re-flipé. Una única posada, regentada por el señor Cayetano, un hombre de 78 años que comparte el pueblo con dos de sus hermanas, el Padre, que posee un rebaño de llamas y al que un turista francés donó mucho dinero para construir una escuela (los obreros de la escuela estaban alojados también "ancá" Cayetano). Cayetano es un hombre muy simpático, que tiene una casa de adobe con tejado de chapa metálica ondulada cubierto de madera de cáctus y adobe, que ha ido ampliando como ha ido pudiendo. En su casa está también el salón de festejos del pueblo (y de las microaldeas vecinas) y un comedor con cinco mesas con sus sillas orientadas a un altar coronado por un bien muy preciado, la televisión. Las mesas están cubiertas de manteles de hule. Esa noche nos dio de comer lo que había: tomate con filete empanado. Tras atravesar el comedor, por un camino de tierra se sube al "aira", donde hay un par de habitaciones y un baño, construidas ahí, en el monte, junto a su huerto y a un redil de cabras también de madera de cactus. En las habitaciones hay un fluorescente que no funciona y la luz de un par de velas. El cuarto de baño anexo no tiene ni luz ni agua. Fuera hay un gran bidón con agua y un cubo. El silencio es absoluto. La oscuridad también. Nos lavamos fuera, con la manguera de regar la huerta, bajo el cielo cubierto de estrellas, a 3.00o metros de altura, en este lugar perdido que me hizo pensar que el Sanfiz en el que nacieron mis padres tal vez fuese un lugar muy parecido a éste, con vacas en vez de llamas y casas de piedra en lugar de adobe, suelos de tierra, madera o cemento, en el mejor de los casos, paredes agrietadas y pinturas desvaídas y desconchadas: pobre de rigor, al fin y al cabo.

Esa noche en Alfarcillo fue, per se, todo un viaje.

Quiero contaros muchas cosas más. En los últimos días he vivido experiencias muy chulas. No sé si esta noche podré o no continuar. Voy a pasar el año nuevo en un viaje concertado de cuatro días al Salar de Uyuní y el Parque Sud-Lípez, en Bolivia. En la Guía del trotamundos estos dos lugares están clasificados en la categoría de "Sudamérica surrealista". El viaje se hace en 4x4, con un chófer y una cocinera, e incluye todas las comidas. Pero me llevaré unas uvitas para celebrar el cambio de año. Os voy a echar de menos.

Un beso muy fuerte.
A los que bailéis, fundid la pista.
Mamá, me encantan tus comentarios. Un abrazo muy fuerte.

Llegada a Argentina

Para los fans de Woody

Tras largas deliberaciones sobre el itinerario que tomar para llegar a Bolivia, decidimos abandonar la idea de atravesar Paraguay, ese país, al parecer, lleno de contrabandistas en el que el sol es inclemente y al que no va nunca nadie, y dar el pequeño rodeo que supone bordearlo por Argentina, en dirección a la ciudad de Salta, desde donde teníamos previsto subir hacia La Quiaca, ciudad fronteriza con Bolivia, pasando por la Quebrada de Humahuaca, de la que sabíamos muy poco pero que un par de personas me habían recomendado con gran entusiasmo.

La primera incursión en Argentina la hicimos en realidad durante la segunda visita a las cataratas. El servicio de autobuses entre Puerto de Iguazú, en Argentina, y Foz, en Brasil, no está coordinado con el horario de cierre del parque de las cataratas, de manera que cuando llegamos a la ciudad después de visitar el parque y quisimos coger (perdón, tomar) el bus hacia Foz para pasar la noche en el camping, ya había partido la última unidad (vocabulario local). Taxi al canto. El taxista era un chico muy simpático, tez morena, pelo negro, una cara común y corriente. Cuando llegamos a Foz e intentamos pagarle, no tenía cambio de 100 pesos. Como de todas formas teníamos que tomar un bus desde Puerto de Iguazú al día siguiente y la parada de taxi estaba en la misma estación de buses, acordamos con él que recogeríamos el vuelto en ese momento. Nos dejó su tarjeta para que pudiésemos localizarlo en caso de que no estuviese en la parada cuando llegásemos.

Nos fuimos tranquilos al camping y cocinamos un gratin dauphinois que acabó deborado por las hormigas y no pudimos ni probar. A la mañana siguiente, Violaine y yo hicimos una visita a un templo budista que está a las afueras de la ciudad al que se llega en un bus que atraviesa los barrios más populares de Foz. Fue una miniexcursión muy bonita. Por la tarde recogimos y nos fuimos a Puerto de Iguazú. Nada más llegar, busco un locutorio y llamo a Paulo, el taxista. Quedamos en vernos en la estación media hora más tarde. Me planto en la estación con un librito y me siento a esperar. Entre tanto, un taxista se me acerca y ofrece sus servicios. Le cuento que estoy esperando a un compañero suyo y le resumo brevemente la historia. El tipo me dice que me quede tranquila, que no hay ningún problema, que si Paulo no aparece la agencia de taxis responde. Espero y espero. Pasan 30, 45 minutos, una hora, y cuando estoy a punto de irme aparece Paulo en su taxi. Desde fuera le hago una señal con la mano, Paulo me mira extrañado, para el coche y baja la ventanilla. Me acerco, lo saludo --hola Paulo-- contenta, le digo que llevo ya un rato largo esperando. Paulo me mira con cara de póker. Empiezo a pensar que el tipo se está haciendo el loco y le recuerdo que ayer nos llevó a Foz, se quedó sin cambio y acordó con nosotros que hoy nos devolvería la plata en la estación, y que además ¡acabo de hablar por teléfono con él!. Paulo me mira con cara de gran desconfianza a la vez que despliega la visera de su auto y saca dos tarjetas verdes, dos licencias de taxi, y, mostrándomelas, me explica que él no es Paulo, que él es Pablo, que Paulo es su hermano y que son mellizos. Por si eso no bastase, añade con la máxima naturalidad que él se llama Pablo Daniel y que su hermano se llama Paulo Ariel. Y yo me quedo mirándonlo atónita mientras en mi cabeza resuenan fragmentos de una conversación con Igor (Argentina es un país atravesado por el psicoanálisis) y trato de entender la absoluta carencia --o el exceso-- de imaginación de esos padres a la hora de poner nombre a sus retoños idénticos. Pablo, mejor dicho, ya Pablo, se baja del coche y discutimos los asuntos prácticos. Yo le hago saber que sí, que aunque me cueste me creo que él se llame Pablo y que tenga un hermano mellizo que se llama Paulo, y él me deja saber que me cree, que se cree que Paulo me debe plata y que no le estoy contando un cuento chino.

Estoy en Argentina. Sí señor.

Con la platica en el bolsillo, subimos al bus que nos iba a llevar hasta Salta, con una escala de dos horitas en San Miguel de Tucumán. Eran las 9 de la noche e íbamos a llegar a nuestro destino a las 11 de la noche del día siguiente. 23 horas de bus, ¿qué pasa? Nada más subir un azafato (sí, en los buses argentinos hay azafatos) nos informa del itinerario, el uso de los servicios, las paradas, el programa de entretenimiento y las comidas. Sí, nos dieron la cena y el desayuno, la comida y la merienda del día siguiente. Y yo que pensaba que mis últimas horas de bus las había vivido entre Asturias y Málaga hace ya algunos añitos... El trayecto fue interesante, o al menos la parte que recorrimos de día. Aproveché además para leer un poco más sobre las regiones de Salta y Jujuy.

La llegada a Salta fue muy chula. Eran más de las 12 de la noche y la ciudad entera estaba en la calle. Era viernes, último fin de semana antes de la Navidad, el equipo de fútbol local acababa de ganar un partido y la ciudad era una fiesta. Dejamos pasar un bus lleno a rebosar de hinchas eufóricos y cogimos el siguiente hacia el camping. Eran más o menos las dos de la mañana cuando plantamos la tienda en el camping más surrealista en el que he estado jamás. Además de camping, hace las veces de piscina municipal. En el centro, hay una inmensa piscina de formas redondeadas a la que la ciudad de Salta al completo viene a bañarse los fines de semana. Los bañistas conviven libremente con las tiendas de los acampantes, con lo cual nadie garantiza seguridad alguna. Además, todo lo que no es piscina o la minifranja de césped que rodea a la inmensa laguna artificial es tierra mojada. Pero el mejor momento, sin duda, es la entrada a los baños, unas instalaciones propias de un reformatorio franquista que dan un mal rollo... En la pared hay un cartel que reza: Se ruega no destrozar las cortinas de las duchas.

Continuará.
Un beso

Mamá, me hicieron más ilusión tus comentarios...

25.12.08

¿Iguaçu o Iguazú?

Después de dejar a Pedro y a Conrado, cogí un bus nocturno hacia Foz do Iguaçu. Violaine y Gilles se habían ido un día antes a Curitiba, una ciudad al sur de Sao Paulo que está de camino hacia Iguazú, y habíamos quedado en reencontrarnos directamente en Foz. Entre Sao Paulo y Foz hay aproximadamente 1.000 km, una distancia considerable para recorrer en bus. Para mi sorpresa descubrí que en Brasil y Argentina los buses no tienen nada que ver con los buses europeos. Aquí tienen dos pisos (que corresponden a la primera y la segunda clase), son muy espaciosos y los asientos, además de reclinarse prácticamente por completo, tienen un reposapiernas muy cómodo. La estación de buses de Sao Paulo tiene un tamaño proprocional al de la ciudad. Una vez en el bus, el conductor se presentó e insistió en que estaba a nuestra completa disposición. El cambio repenino de aquel universo tan grande y tan anónimo que había visto desde la torre del Santander al microuniverso de ese bus al cuidado de Renato, un hombre amable al que podía dirigirme por su nombre, me reconfortó. Cuando el bus arrancó, en Sao Paulo anochecía. Tardamos casi cuarenta minutos en dejar atrás la ciudad. Cerré los ojos y disfruté de la sensación de estar en medio de la noche, en medio de la carretera, en camino hacia una ciudad desconocida.

Me desperté con el sol. La carretera atravesaba extensos cultivos de soja y maíz demarcados por caminos de la tierra más roja que jamás he visto. No he estado en el mid-west americano, pero si tuviese que imaginármelo de algún modo, sería así. Según avanzábamos, íbamos dejando atrás pequeños ranchos con sus correspondientes casas de madera prefabricadas con porche y pickup y algunos asentamientos chabolistas a las afueras, junto a los campos de cultivo.

Llegé a Iguaçú hacia las 12 de la mañana. Violaine y Gilles se habían instalado ya en un camping muy chulo, con su césped, su cocinita modesta pero limpia, una piscinita pequeña: el paraiso en comparación con los campings de Ilha Grande.

De Sao Paulo hacia el sur, Brasil es rico y blanco. Ni rastro de la mezla racial de Río. Foz do Iguaçu es una ciudad desarrollada y turística. Comparte con Puerto de Iguazú, en el lado argentino, las cataratas del río Iguazú, que son Patrimonio de la Humanidad. Dedicamos ese día y el siguiente a visitarlas, primero desde el lado brasileño y después desde el argentino. Para disfrutar de la visita, hay que abstraerse un poco del hecho turístico y abandonarse al paisaje. A veces el difícil porque tanto de un lado como de otro el recorrido está sembrado de puestos para tomar refrigerios y contratar paseos en barco. Las cataratas son muy impresionantes. El lugar en el que están enclavadas es impresionante. Sencillamente, hay que verlas. Si se ha visto La Misión, se visitan además con la música de Enio Morricone en la cabeza (María, me acordé más de ti). Están dentro de un parque natural bastante grande con una fauna muy rica. Su morador por excelencia es el coatí, y durante el paseo pudimos ver varios ejemplares que se acercaron a nosotros. Son unos animalitos muy muy bonitos y simpáticos. El río Iguazú tiene la particularidad de que, a pesar de nacer muy cerca de la costa, discurre hacia el interior, a lo largo de más de 600 km, hasta que desemboca después de las cataratas en el río Paraná.

En el lado brasileño la intervención humana es razonable. En el argentino hay muchísimas pasarelas de hierro que te permiten acercarte tanto a los torrentes de agua que caen como recorrerlas por la parte alta. En la parte argentina, vimos además un montón de lagartos de ¡un metro!, monos, coatís y martín pescadores en acción. Además, al parque acuden diariamente artesanos guaraníes y makás (una etnia de Paraguay) a vender sus labores, que son muy bonitas.

He releído el artículo antes de darle a Publicar y me he dado cuenta de que no he sido todo lo entusiasta que las cataratas merecen. ¡Vayan todos! ¡Visítenlas! ¡Son un lugar increíble! El lado argentino más que el brasileño, por eso hay que verlas desde el brasileño.

No obstante he de decir que se trata de una visita muy masticada, y creo tendriá más encanto si el acceso no fuese tan sumamente fácil, si la llegada a las cataratas fuese el premio oculto en el envoltorio de una travesía de senderismo con su chicha. También quiero quejarme públicamente por el negocio de la aproximación en barco hasta las caídas de agua, una mera "atracción" que se realiza en lanchas motoras que contaminan "visiblemente" el río.

Sumo y sigo.
Un beso a todos.

Raúl. Para prepararse una gran sopa de serpiente, por supuesto.
Clau, no me olvidé. Un beso fuerte.

20.12.08

Sao Paulo la grande

A Sao Paulo llegamos un sábado, por la mañana, muy temprano. De camino, hicimos una paradita de una tarde en Paratí, una pequeña ciudad costera de estilo colonial muy bonita, aunque muy muy turística.

Pedro se dio el madrugón el sábado para venir a recogernos a la estación de autobuses, nos llevó a su casa, nos dio de desayunar y nos acostó. Una vez que todos hubimos recuperado las horas de sueño perdidas, nos fuimos a dar una vuelta por la ciudad. Comimos en un restaurante vegetariano chulísimo, muy lavapiesino, en un barrio también muy lavapiesino. Por la tarde, dimos una vuelta por un mercado muy chulo y terminamos viendo la puesta de sol en un parque con una vista muy bonita de la ciudad. Por la noche nos reunimos con Conrado y con unos amigos suyos y de Pedro e hicimos varias tentativas de ver música en vivo pero sin mucho éxito. Uno de los bares era un lugar de samba y el otro un lugar llamado Roda Viva en el sólo se interpreta y se pincha música de Chico Buarque.

Sao Paulo es una ciudad inmensa, con muchísimas cosas que hacer, en la que es necesario hacer una planificación mínima para conseguir hacer las cosas que se quiere y, aún así, a veces es difícil lograrlo. El domingo Eduardo, el abuelo de Pedro, nos invitó a comer a su casa. Me encantó conocer a la familia de Pedro, en especial a su abuela, Ivana. Por la tarde noche, tras un intento fallido de ir al teatro (entradas agotadas) y a un espectáculo de clown (entradas agotadas también), fuimos a dar un paseo por el barrio japonés y, finalmente acompañamos a Violaine y a Gilles a la estación de autobuses. La noche del domingo y el día del lunes los pasé con Pedro y Conrado. Se nos fueron hablando de lo divino y de lo humano durante la vuelta a casa en coche, un intenso desayuno de tres horas de buena conversación en la cocina (¡cómo me gustó!) y un paseo por el centro de Sao Paulo que, aunque corto, resultó muy ilustrativo. Subimos a la torre del Banco Santander, en otra época la más alta de la ciudad. La vista me impresionó de verdad. Imagino que para los que conocen NY y están acostumbrados a estas escalas no lo sería tanto. A mí me dio un vuelco la cabeza al tratar de imaginar cómo conviven 12 millones de personas en una ciudad tan caótica, tan gris, tan construida una y otra vez sobre sí misma como Sao Paulo. Para asimilar ese horizonte tan lejano dominado por las torres de hormigón, tuve que imaginar que lo que estaba viendo era tan sólo una maqueta.

Me marché de Sao Paulo con la impresón de que, para comprender esta ciudad y desarrollar un mínimo afecto hacia ella es necesario habitar en ella. Para mí, no ya lo mejor, sino lo extraordinario del paso por Sao Paulo fue el reencuentro con Pedro. Disfruté de cada una las conversaciones que fueron surgiendo a lo largo de los tres días que pasamos juntos, recordé y reviví momentos muy valiosos y viví momentos nuevos, con proyecciones y emociones nuevas.

Es tardísimo y me cierran el cíber. Os quiero contar muchas cosas más pero entre tanto ir e ir cuesta encontrar el momento. De momento os adelanto que ya hemos decidido dónde vamos a pasar la Nochebuena y la Navidad, un pueblito de la Sierra Andina que se llama Iruya (Nico, gracias por la recomendación). En los próximos días vamos a estar perdidos por la provincia de Salta y la Quebrada de Humahuaca, en el noroeste de Argentina. Trato de dar noticias pronto, vale.

Un beso,
Raquel

12.12.08

Lost

Depués de la primera semana en Río, decidimos pasar algunos días en Ilha Grande, una isla situada unos 150 km al sur. Por lo que habíamos leído en Internet, sabíamos que Ilha Grande es un lugar turístico, con alguna infraestructura de alojamiento y servicios, a pesar de que casi la práctica totalidad de la isla es bosque atántico virgen y de que los pocos pueblos que jalonan el litoral están habitados por pescadores. Ilha Grande no tine carreteras, ni ningún camino asfaltado, porque no tiene vehículos terrestres a motor. La población más importante es Abrãao, un puerto mínimo con un par de embarcaderos y varias playas preciosas, aunque contaminadas, que no debe tener más de 800 habitantes, no tiene ni una sola edificación de más de dos plantas y cuyas calles son todas de tierra. Como Abrãao es un puerto claramente orientado al turismo, tienes un poco la impresión de estar en el decorado en el que se rodó Piratas del Caribe.


En Ilha Grande el medio de transporte principal es el barco. En la bahía en la que se encuentra, hay además otros 365 islotes, la mayoría de los cuales pertenecen a cariocas o paulistas ricos que las utilizan como residencia vacacional. En la propia Ilha Grande, las mejores playas están casi privatizadas. El bosque original ha sido sustituido por enormes terrenos vallados con el cesped en perfecto estado y casas de revista de diseño. A veces, para acceder, hay que bajar atravesando el bosque por caminos que acabarán por cerrarse porque la senalización es muy poco clara y el tránsito es realmente escaso. Además de por barco, la isla se puede transitar por una red de caminos abiertos en el bosque que transcurren en paralelo a la costa.


Pasamos cinco días en la Isla, durante los cuales:
· El primer día, un señor que nos preguntó si necesitábamos alojamiento y al que respondimos que no nos dijo, literalmente, que teníamos el corazón frío y que nos fuéramos, que volviéramos a nuestro país. En compensación, el regente del primer camping nos invitó a una fiesta de unos amigos suyos con churrasco incluido (la fiesta).
· El segundo día estuvimos en una playa absolutamente idílica, en la que pudimos colgar la hamaca, ver pececitos y dorarnos bajo el sol a pierna suelta.
· El tercer día hicimos una marcha de 20 km con mochilas a cuesta con la intención de recorrer a pie el costado oeste de la isla, nos perdimos y, cuando encontramos el camino, un chucho me mordió para regocijo de su dueño, un tipo loco con el que nos topamos por mala fortuna. El mordisco no fue gran cosa. Me hizo daño pero no me abrió ninguna herida importante. No obstante, hicimos un paseito muy lindo en bote-taxi hasta la costa para recibir las cuarta dosis de vacuna antirrábica, que completa las tres preventivas que me había puesto en España.
· El cuarto día volvimos a la isla, nos cambiamos de camping y nos granjeamos la enemistad del propitario del primero.
· El quinto día descansamos en la isla en espera de la quinta dosis de la vacuna y después nos fuimos.

A medida que fueron transcurriendo los días, el decorado paradisíaco de Piratas del Caribe se fue transformando en el de Perdidos tanto por el paisaje y las playas que descubrimos como por el misterio de la isla y las cosas que nos sucedieron.

No guardo un buen recuerdo de Ilha Grande. Las sensaciones que tuve en este lugar no fueron buenas. No me gusta el olor de este mar que no sabe a sal. Tal vez tenga que regresar para reconciliarme. Aún no lo sé.

Manu, Vero. Las supernenas han dejado de acompañarme. Como mis gafas de sol. Se quedaron reposando en un banco de un parque de Río. No porque yo las olvidara. Quisieron ellas.
María y Eva. ¿Podríais no llamarme asturiana en público, que no me manejo con ese código?
Bauer, Vero. Cómo me acordé de vosotros bailando en la calle en Río.
Ana, cuéntame cómo te fue en la evaluación.
Yolinda, cuéntame de tus súper exhibiciones de patinaje; y tú de tus conciertos, Noe, que me he enterado.
Sandra, te volverías loca. Te convertirías en una mujer con el dedo a un disparador pegado.
Marina... prometo darte noticias en primera persona y contarte muchas cosas más pronto que tarde.
Hugo, Yago, qué sorpresa más buena. Prepárate, Hugo, para esa excursión que tenemos pendiente.
Dani. El romero ponlo mejor hacia la mitad. ¿Acaso no es una sucia mentira que esa chica te dijo lo que dices que te dijo? Me lo figuraba.
Oti, Celi, Manolo y Cia.: sólo os digo que me acuerdo de vosotros en tantos lugares bonitos...
Manel, que sorpresa verte por aquí. Gracias por dejar un comentario.
Clau. Tengo en cuenta tus recomendaciones literarias y gastronómicas.
Sergio. Me muero por una pasta con tomate contigo.

Sigo sin poner fotos. Os quiero mucho. Me acuerdo mucho de vosotros. Os extraño.
Un beso fuerte,
Raquel, en Salta.

10.12.08

Eu quero morrer numa batucada geral


Hola a todos.

Han pasado ya diez días desde que me marché y ya va siendo hora de dar noticias.

Os escribo desde Ilha Grande, una isla prácticamente virgen que se encuentra a un par de horas de Rio de Janeiro en dirección sur.

Tras hacer una escala de una noche en Porto y dar una vuelta por la ciudad con Álvaro, quien me acogió como a una reina en su precioso apartamento e incluso tuvo el valor de bailar a mi lado en un club tecno de Porto, él vestido como se visten las personas para estas ocasiones (camiseta de tirantes) y yo vestida como se visten las personas para hacer un viaje al Altiplano boliviano(pantalón de treck con pantalón polar, camiseta térmica, forro polar y braga en el cuello), el lunes por la noche aterricé por fin en Río de Janeiro, con 25 grados más de temperatura el ambiente y exactamente el mismo atuendo yo. Es el precio de viajar ligera de equipaje; una no está nunca vestida para la ocasión.

En el aeropuerto de Río me esperaban Violaine y Gilles, muy morenos y muy adaptados. Poco después apareció Gerald, el primo de Violaine, que vive en Río desde hace ya 11 anos (no quiero bromas) junto con Luciana, su esposa brasilena, y Leticia y Antonio, sus dos criaturas, y que tuvo la gentileza no solo de recogerme en el aeropuerto al regreso del trabajo sino de alojarnos en su casa durante casi una semana.

Río es una ciudad muy extensa, construida en un parque natural maravilloso, llena de árboles y de agua por todas partes. Es además una ciudad muy bulliciosa, repleta de autobuses y taxis, y de personas que trasportan todo tipo de mercancías en grandes triciclos de carga, bicicletas y carritos de todo tipo. Tuvimos la gran suerte de estar alojados entre la Lagoa y el Parque Lage, justo al pie del Cristo Redentor. La Lagoa es un gran lago interior con un perímetro de unos 8 kilometros ideal para correr o pasear y para tomar agua de coco. Y eso es precisamente lo que hicimos la primera tarde que pasamos en la ciudad. El Parque Lage es un parque precioso situado al pie del Cristo y desde el que sale un camino para subir a pie al Corcovado. Hay que aclarar que no es un parque ni inglés ni francés ni de ningún otro estilo semejante a los parques europeos; en realidad, es un bosque tropical precioso. Además de las indicaciones que suelen encontrarse comunmente en los espacios verdes para el disfrute público (no tirar basura, no salirse de los caminos senalizados, etc.) en la entrada hay un cartel que te ensena a identificar las serpientes venenosas. Mmmm.

Hacía mucho tiempo que no me sentía como una turista en ningún lugar. El día que subimos al Pão de Açucar tuve esa sensación. Primero porque se sube en teleférico y después porque es imposible no querer sacar diez mil fotos de la vista, que es impresionante. Ese fue el momento en que realmente me di cuenta de que estaba en Río --y en que descubrí que estoy empezando a tener vértigo.

Luciana, que es encantadora, leía el periódico cada manana y nos informaba de las cosas que podíamos hacer. Así fue como nos enteramos de que el 2 de diciembre se celebraba el Dia Nacional do Samba y de que un tal Nelson Sargento daba un concierto en la Academia Brasleira das Letras. Fuimos. Nelson tiene ya 84 anos, y entró en el escenario anunciándonos que iba a dar todo lo mejor de sí mismo para la ocasión. Cantó clásicos de la samba con una voz ya muy rota y no tuvo la fuerza para arrancarle a la guitarra ni una sola cejilla limpia, pero fue !tan emocionante! En ese salón de actos mínimo, a las 11 de la manana de un martes, el público se emocionó y cantó con él (en Europa la gente no canta en los conciertos con butaca numerada), y yo no canté porque no me las sabiá pero el tipo me encantó. Fue una experiencia muy bonita.

Ese día también dimos un paseo por el centro de la ciudad, que está lleno de torres de vidrio y hormigón bastante altas, y visitamos la catedral, que es un edificio muuuuuy particular. Siguiendo las recomendaciones de Dani subimos en tranvía hasta el barrio de Santa Teresa. Se trata de un barrio construido en la falda de uno de los "morros" (colinas) de Río en el que conviven palacetes y casas solariegas de principios del siglo XX con moradas muy humildes. A Santa Teresa se sube en un tranvía que en su momento se cerró por motivos de seguridad y que se ha vuelto a poner en marcha por demanda popular. Como el billete de acceso se paga sólo en la primera parada, la gente sube un trecho de la colina caminando y se monta después, algunos con el tranvía en marcha. Es un espectáculo.

Antes de continuar: en Río no paseé por Ipanema ni por Leblon ni subí al Cristo Redentor. Apenas estuve 1 hora en la playa de Ipanema pero creo que no la vi "comme il faut". Lo dejo para la vuelta, del brazo de Andrés.

Pero sí fui , también por indicación de Luciana, a una lectura de poemas de Vinicius de Moraes en la que participaba Adriana Calcanhoto. Ahora qué, eh? Después de la lectura también pudimos asistir al cóctel, para el que, de nuevo, ni Violaine ni yo teníamos el atuendo adecuado. Fue divertido.

Dos de las cosas que he hecho en Río que más me han gustado:
La primera, subir al pico del Parque da Tijuca, un parque nacional de 35 kilómetros de largo que está en medio de la ciudad y en el que hay un pico de 1020 metros de altura con las mejores vistas de Río. La subida el pico es durilla (entre una cosa y otra, caminamos seis horas) pero el camino vale mucho la pena. Es un paseo impresionante por un bosque tropical. Como además durante la subida estás completamente inmerso en el bosque, cuando llegas arriba y ves la vista (de 360 grados) looooooo fliiiiiiipaaaaas! Fue realmente increible.
La segunda, que es la que da título a este post, fue un paseo en solitario por el barrio de Lapa, uno de los más populares de la ciudad. Los sábados hay un mercadillo de antigüedades y el barrio se convierte en una fiesta colectiva, desde las primeras horas de la manana hasta las ultimas de la tarde. Yo, que no sabía ni que había mercadillo (Terremoto, me acordé más de ti!) ni que los mercadillos son una fiesta, no daba crédito. En una calle que no era más larga que la Ribera de Curtidores (la calle del rastro en Madrid), había cinco conciertos de samba! Me volví loca. Tuve la impresión de que la samba (aquí dicen "el" samba) reúne a jóvenes y a viejos, a blancos, menos blancos y negros. No sé si también elimina las diferencias de clase, aunque tengo que la impresión de que no. Me habría encantado ir a uno de los ensayos para el carnaval, en alguna escuela de samba de algún barrio, pero no hubo tiempo para todo. A la vuelta al final del viaje, espero.

No me da tiempo hoy a poner fotos, pero la próxima vez pondré alguna y os contaré un poco sobre Ilha Grande.

Las muchachas en Río son muy presumidas (le dan la vuelta a sus ipods plateados para mirarse y atusarse el pelo) y las cosas tienen una escala distinta: las hormigas de alas son como moscas, las moscas como mariposas y las hojas de los árboles casi como árboles.

Muchas gracias, Álvaro, Gerald y Luciana por vuestra generosidad.

Qué alegría me dio leer vuestros comentarios.

Un beso fuerte
Continuará

25.11.08

Queda inaugurado este blog


Durante los próximos dos meses voy a hacer un viajecito por el sur de Brasil, el norte de Argentina, Bolivia y el sur de Perú. Llevo ya un mes largo haciendo los preparativos y por fin ha llegado la hora de partir. Mañana cojo el avión a las ocho de la tarde.
Los que estáis preocupados, no lo estéis.
Me voy con los deberes hechos. Soy la mujer blanca de 34 años más vacunada del planeta Tierra y más informada sobre enfermedades tropicales. Me conozco las zonas de riesgo bajo, medio y alto como la palma de mi mano y no tengo previsto meterme donde no me llaman. Me llevo un buen botiquín y el consejo de varios viajeros que conocen la zona, y, por si fuera poco, me he inscrito en el Registro de Viajeros del Ministerio de Asuntos Exteriores para que las autoridades españolas puedan localizarme en caso de emergencia.
Como podréis apreciar en la foto, me voy ligera de equipaje.
- Una tienda para dos, un aislante, un saco ligerito, brújula y linterna
- Botas, sandalias y bastón de travesía
- Ropa polar: camiseta interior de manga larga, polo, pantalón, cortavientos e impermeable
- Ropa normá: dos pantalones largos, uno ligero y suelto y otro impermeable, dos pantalones cortos muy ligeros, una camiseta de tirantes, dos de manga corta y una de manga larga, cuatro bragas, tres sujes, cuatro pares de calcetines, un bikini y una braga para el cuello
- Microtoalla súperabsorbente y pareo
- Faja para la espalda y tobilleras
- Neceser con lo mínimo de lo mínimo
- Tubo y gafas de buceo
- Cámara de fotos y rollos
- Mosquitera, repelente, protector solar, ibuprofeno, parecetamol, crema para las picaduras, crema antibiótica, antibiótico, tratamiento para la diarrea y el estreñimiento, vitamina B y profilaxis de malaria, tiritas y parches para las rozaduras
- Cuaderno, guía de senderismo en Bolivia, un par de libritos y
reproductor de mp3
- Faltriquera
- Y el Mastermind

Esto debería bastar.
La primera parada será Río, donde llegaré el lunes hacia las 12 de la noche hora española y me reuniré con Violaine y con Gilles. Allí pasaremos los primeros días. Por fin voy a poder comprobar por mí misma en qué sentido gira el agua en el hemisferio sur
antes de desaparecer por el desagüe.

Esta tarde, después de preparar la mochila, mientras caminaba por la calle Argumosa con el mp3, fui consciente por primera vez de que me voy, de que de verdad me voy, de que he dado todos los pasos que había que dar para irse y de que, ahora, lo que queda es irse. Fue un momento muy bonito.

No me quiero poner solemne públicamente, pero es de justicia que agradezca a las niñas eva el primer empujón y a las niñas maría el segundo y el tercero y el cuarto...

Va a continuar.
Un beso